¿Quien soy?
Ser humano
… el Ser …
¿Cual es mi esencia?
… tantas preguntas sin respuestas.
Y mientras, la vida se me escapa de mi compresión como un inmenso globo de unas pequeñas manos.
Tengo en mis labios todas las lenguas, las que se han hablado y las que se hablan.
Mis antepasados han cruzado los cinco océanos a lo largo de las cuatro eras del universo.
El traje de mi cuerpo lleva todos los colores del espectro.
Son el mismo y uno solo, aunque lo engalane con los personajes que soy en cada ocasión, y aunque haya matices o pinceladas que me hagan sentir diferente.
Debajo, sudor, la piel, los órganos laten al compás de un único ritmo mecidos por la música del universo.
Me recorren todas las venas del Hombre, con sus ríos sangrientos y azules.
Me atraviesan sus cauces trazados sin fronteras, apenas sostenidos entre las montañas de mis huesos.
Sobre ellos reposan los valles musculares, sin banderas clavadas ni alambrados excluyentes.
Un solo aire sopla entre los árboles – la energía de la Vida.
Viento que conjuga en su aliento la razón de existir de todo lo demás.
A través de los siglos he sido tierra fértil, fecunda.
Me he reproducido colmando en satisfacción los deseos mundanos.
También he sido árido desierto, desolado como un cementerio.
He llorado con cenizas las penas en los rincones del confín del mundo.
He visto destrucción, miseria, injusticia.
Y he danzado en los campos floridos que son los astros mágicos de mi cuerpo.
Sostengo entre mis manos las riendas de mis cinco caballos.
Con ellos cabalgo suavemente por los siglos cuando la meditación detiene el Tiempo en mi gran mente estelar.
Pero a veces, impulsados por falsos anhelos, los corceles se desbocan y resulta imposible frenar los cataclismos que producen.
Sólo puedo expandirme o replegarme, como una respiración inmensa, y silenciarme en la noche del espacio; allí en el corazón de la tierra…
Entonces veo con los ojos de lo innombrable.
Veo la Verdad.
Veo la chispa inicial de este espíritu inquebrantable.
La veo ascendiendo hacia el encuentro con la Nada
para completarse en la eterna hoguera del Todo.
Y cierro los ojos para arder.
Muchas gracias a Dulcinea Segura la que, además de haber escrito este texto y lucir en estas fotografías, ha sido mi compañera y amiga sin la que este proyecto no hubiera sido posible.